La Romántica

Bruckner profundamente religioso relató: “Quieren que escriba de otro modo, pero no debo hacerlo, ya que Dios me ha dado un talento y a él tendré que rendirle cuentas alguna vez”
Duración estimada
120
Apto para
Todos los públicos
¿Incluye descanso?
SI
Director
Ricardo Casero

Programa de concierto y notas al programa

 

I parte

Doble concierto para violín y cello en La menor Op. 102.  J. Brahms (1833 – 1897)

*Violín. Gjorgi Dimchevsky

*Cello. Dmitri Tsirin

 

II parte

Sinfonía Nº 4 en Sib Mayor, “Romántica”. A. Bruckner (1824 – 1896)

 

En 1887, cuando tenía cincuenta y cuatro años, Johannes Brahms compuso la que sería su última obra orquestal. Brahms era entonces un compositor plenamente reconocido y admirado, autor de las cuatro sinfonías, el concierto para violín, los dos conciertos para piano y orquesta, las dos serenatas, el Requiem Alemán, otras importantes obras y la mayor parte de su música para piano y cámara. Sin embargo, el Doble Concierto como también se llama al opus 102 tuvo tan mala acogida de parte de público y críticos, que sin duda desalentado por ello dedicó la década final de su vida a la música de cámara, su favorita, creando quizá como un pequeño desafío de su talento algunas de sus mejores composiciones.Brahms compuso su opus 102 durante sus vacaciones de verano, en medio de los espléndidos paisajes de Oberland y del Lago Thun (Suiza). La grandiosidad y belleza de la naturaleza siempre inspiraron al compositor, como ya había sucedido con otras obras anteriores.

El arte de Bruckner sería inconcebible sin el precedente de Beethoven. Profundamente religioso, trató de expresar, a través de su música, la misma espiritualidad que llenaba todos los aspectos de su vida, buscando un estilo nuevo y personal. “Quieren que escriba de otro modo, pero no debo hacerlo, ya que Dios me ha dado un talento y a Él tendré que rendirle cuentas alguna vez”, escribe el músico cuando se convierte en el foco de una controversia en la que nunca quiso involucrarse, y es que, en la Viena de 1874 en la que Bruckner escribe la Cuarta, el mundo musical alemán se divide entre los defensores de Brahms y los de Wagner; el hecho de que el compositor declarara su admiración hacia Wagner le posicionó al lado de sus seguidores, provocando el rechazo de gran parte del público vienés y del todopoderoso crítico Hanslick.

Con el sobrenombre Romántica, la sinfonía es la primera obra del compositor austriaco en la que encontramos de manera plena su estilo maduro. Romántica por ser el canto a la naturaleza más apasionado escrito por Bruckner; en un primer momento el músico pensó acompañar su partitura con un programa explicativo, según el cual el Allegro inicial evocaría una villa medieval al amanecer, con sus caballeros y su bosque; perfecto en su construcción, se inicia con el llamado “comienzo de la nada”. Andante melancólico, limpio, sencillo de medios, “para describir un amor”, decía el inicial programa; de lentitud majestuosa y hermoso cantabile, está concebido como una marcha fúnebre, pero desprovista de todo dramatismo; Bruckner veía la muerte como un principio, no como un fin, de ahí su serena melancolía. El movimiento se despliega sin prisas para dar paso al Scherzo, “una jornada de caza”, dotado de cierta ligereza y donde escuchamos ecos de música austriaca, lleno de “ecos” y juegos tímbricos, ágil; el aroma del ländler aporta distensión al mensaje de este tercero claramente descriptivo al que sigue el Finale, el único movimiento en el que Bruckner no incluyó programa. De nuevo la música surge del silencio. Espíritu agitado y tormentoso, lleno de contrastes de sonoridad y de carácter, que termina en un gran canto de agradecimiento al Creador.

 

Próximas ediciones

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